5 de febrero de 2012

POBLET Y ESPLUGAS DE FRANCOLÍ


Madrugo. El monasterio de Poblet es Patrimonio de la Humanidad. Abre sus puertas a las 10, pero no sé a qué hora habrá visita guiada en castellano, así que decido llegar a primera hora, a ver si hay suerte. Son 10 kms lo que separan Montblanc de Poblet. Por el camino, viñedo, tierras de cultivo, montes por lo que se adivinan rutas preciosas, un pueblo… llegar a Poblet impresiona. Por la muralla, que bordea todo el monasterio (y las 9 hectáreas que todavía tienen en propiedad los monjes y que explota Raimar para hacer vino), y por las dimensiones del monasterio. Torres, claustros, iglesias, de proporciones inmensas. Empezado a principios del siglo doce conserva, a pesar del siglo de abandono después de la desamortización de Mendizábal (de nuevo), toda la elegancia de la arquitectura de finales del románico y del gótico. Arcos de medio punto en todas las salas, algunas con la piedra intacta, otras muy deterioradas por ser arenisca y haber habido filtraciones. Muros increíbles, chimeneas que se antojan desproporcionadas para la época y sin embargo, si piensas que la comunidad de monjes superó el centenar, tienen su sentido. Actualmente son 30 monjes los que viven de manera contemplativa en el monasterio, que pertenece al estado, pero desde el 1948 se lo cede para que pueda cumplir su cometido.
La iglesia impresiona por su retablo de alabastro y sorprende por sus arcos a ambos lados de la nave central, donde descansan los restos de los reyes de la corona aragonesa… desde Jaime primero el conquistador en adelante.. en total, 9 reyes y 6 reinas que actualmente se reparten en varias cajas todos mezclados después del saqueo en búsqueda de riquezas una vez comenzado el abandono.
Es curioso como explica Ramón (sí, otro Ramón diferente) las cosas. Espera a que le pregunten, le cuesta dar datos históricos, lo comenta todo como de pasada. Esta misma sensación la he tenido en el resto de explicaciones… es tan diferente a lo que estamos acostumbrados por el norte, que se hace extraño. Pero tiene la parte bonita de que la gente participa y comenta, dando su opinión.
Una hora, que se me antoja escasa, con toda la historia que tiene que tener el monumento y la vida que había en él, y ganas de conocer a alguien de dentro para poder ver el resto, que tiene que ser inmenso e igualmente interesante.
Al salir, empiezan a llegar hordas de gente. Oigo hablar inglés, francés, catalán. 

De vuelta, aprovecho para parar en Estplugas de Francolí. Aparco justo junto al mercadillo de ropa, zapatos y fruta. La gente toma el café de la mañana. Hay mucho movimiento en las calles. Doy un paseo, dejándome llevar y una señora con el carro de la compra se para, y me hace notar, o eso entiendo, porque habla catalán, claro, las cuestas tan empinadas que tiene el pueblo. Le digo que es cierto y que se lo tome con calma y me acaba contando que es de Almería, que le baja a la hija el pan todos los días y que a su marido en casa le habla en castellano, aunque la dice que no la entiende y ella le responde que la da lo mismo. Lo cuento, porque a la paisana la costaba hablar el castellano, lo que me ha hecho pensar cómo nos gusta “fastidiar” a quien tenemos al lado. O mantener la broma de algo muchos años, para no perder la complicidad. No entro a ver las cuevas, ni el museo del vino. Decido volver a Prenafeta a aprovechar un rayo de sol y echarme una siestecilla para a las 16, bajar donde Ramón a ver su museo del vino particular.

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